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jueves, 20 de diciembre de 2012

Un paseo por los cinco sentidos

Me encontraba solo, en medio de la noche, en un solitario camino de tierra.
Mi auto me había dejado a pie, no se cuanto tiempo habré estado allí  esperando, hasta que me pareció ver a  lo lejos sobre el camino, una pequeña luz titilante, ahora mi VISTA no me engañaba, aquella pequeña luz se estaba acercando y cuando comencé a OÍR el inconfundible ruido de un motor, ya no me quedaron dudas.
Me paré al borde del camino haciendo señas para pedir ayuda, pero el conductor ni siquiera levanto su pie del acelerador.
La inmensa polvareda se introdujo en mi nariz dejándome sin OLFATO y con un intenso GUSTO a tierra en la boca.
Cuando el polvo se disipó, volví a sentarme frente al volante de mi auto, con la incierta esperanza  que al volver a darle conTACTO el motor nuevamente se pusiese en marcha.

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