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viernes, 18 de abril de 2014

Un día de campo

Un amigo me invito a pasar un día a su campo.
Llegué bien temprano, me estaba esperando en la tranquera, nos saludamos y me llevo hasta la casa, como él  tenia un par de cosas que hacer, me dijo que aprovechara para  conocer el lugar.
Comencé entonces una caminata por los alrededores, de a poco me fui alejando hasta que algo cansado me senté bajo un árbol a descansar, vinieron en ese momento a mi mente dos visiones, una, de lugares alocados y ciertamente riesgosos como lo son las  ciudadades, a una de las cuales yo pertenezco y la otra vision de lugares apacibles como el lugar donde  ahora me encontraba.
Ya me disponía a regresar, cuando una abeja revoloteó mi cabeza, atine a tirar un par de manotazos para espantarla, pero entonces se sumaron varias mas de ellas con actitud agresiva, comencé a correr, un toro que miraba la escena al ver mis movimientos empezó a correrme, me tiré de cabeza  por entre el alambrado, con tan mala suerte que era de púa y estaba electrificado, fui a caer sobra la bosta de una vaca, al ponerme de pie, me pareció sentir disparos de arma de fuego, seguramente de  cazadores que andaban  por los alrededores, hice entonces cuerpo a tierra y al huir arrastrándome pasé por sobre un hormiguero.
De regreso a la casa, pase el resto del día  en una reposera, con una bolsa de hielo sobre la cara.
Al atardecer, mi amigo me despidió con una invitación, " ya sabes cuando quieras, las tranqueras están abiertas ", ¡seguro !, le respondí y me encamine hacia la ciudad, mi querida ciudad, un lugar, donde los peligros.... muestran la cara.

1 comentario:

  1. Ja JA!! pobre tipo!!! Ta bueno eso de la ciudad, donde los peligros muestran la cara, me gusta!

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