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domingo, 28 de junio de 2015

Nunca una estrella es diminuta ni está sola



El fin de la tarde presagiaba una tibia noche, me senté en una reposera en el medio del jardín simplemente a contemplar.
El sol se fue ocultando de a poco y las sombras fueron desdibujando cuanto me rodeaba, hasta que finalmente la oscuridad devoro todo mi entorno. 
El horizonte aun mantenía  restos de claridad cuando repentinamente apareció en el contrastante cielo un pequeño punto de luz, era la primera estrella que le nacía a la noche, se la veía diminuta y solitaria, pero de a poco el cielo se fue cubriendo de estrellas y entonces comprendí que quien se mostraba pequeño y solitario en aquel atardecer en realidad era yo.




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